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Monday, January 24, 2005

Cerca del hampa

Gilberto Quiroz

Tranquilo y ajeno a la delincuencia, así he vivido durante mucho tiempo. Las noticias dan a conocer hechos de sangre y violaciones en microbuses que son el pan de cada día. Pero yo ajeno, pues nunca he pasado por nada similar. Cuando viajo en las calles estoy seguro de que no pasará nada y me dedico a observar la belleza de esta ciudad.
Sumergido en mis pensamientos, subió un tipo al transporte y comenzó a gritar: “quiero billetes, quiero billetes hijos de su tal por cual”. Cuando me di cuenta había una pistola debajo de una playera, que inspiraba todo el temor del mundo y quedó la interrogante al aire. ¿Realmente será un arma? Todos petrificados por el miedo, quizá pensaron lo mismo.
En tan poco tiempo, es más, en unos segundos vi correr mi vida desde mi infancia hasta el último segundo de mi existencia. El coraje me embargó y comprendí en carne propia porque algunas personas han querido hacerse justicia por su propia mano. Yo, una persona tranquila que siempre criticó la violencia, sentí unas ganas enormes de propinar un castigo al que pretendía despojarnos de nuestras pertenencias.
Bajó rápido, su cobardía ni siquiera la permitió recoger el dinero que exigió a punta de pistola. Se alzó una voz segundos después. El chofer estaba asociado con el ladrón. La gente volvió la mirada para ver quien hizo esa acusación y exigieron al chofer detenerse junto a una patrulla. La única pista fue una bolsa de basura, pero la esperanza de hallar al agresor se esfumó al percatarnos de que sólo era una forma de mantener la puerta trasera abierta del microbús para poder escapar.
Los policías sin decir palabra desviaron de curso al transporte y dijeron: “vamos a la delegación”. Automáticamente todos se pusieron de pie y dijeron: “no tenemos tiempo, tenemos que llegar a trabajar”. Y así la impunidad volvió a hacerse patente. Ahora ya comprendo, la inseguridad es algo real que debemos combatir para ya no vivir en una selva de asfalto.

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