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Tuesday, January 25, 2005

Carrujo

GILBERTO QUIROZ

Mongol salió corriendo. Tanta violencia para atentar contra la vida de un ser humano resultó demasiado para él. Se metió a la estación del metro con una idea fija en su mente, morir, por lo que sin pensarlo se arrojó a las vías del Metro. En eso, llegó un amigo suyo y no pudo evitar llorar al llegar demasiado tarde. Todo fue muy rápido. La causa, una riña callejera en un lote baldío que lo llevó al borde de la desesperación.
Pantera había observado todo a distancia. Después se alejó del lugar con la intención de buscar a quien le salvará la vida cada vez que estaba en peligro, Lilio, integrante de los Munras. Necesitaba que le prestara dinero para comer algo. “¡Dios, qué dolor en la panza me cargo! El buen chico buscó droga en sus bolsillos. El carrujo lo encontró rápido. No hubo necesidad de una gran faena. Al intentar encenderlo, su cerillo se apagó con una ráfaga de viento que trajo consigo un veloz auto.
La desesperación se pintó en su rostro. Comenzó a sufrir calambres en todo el cuerpo. Realmente no estaba grave, su mente era la que originaba su pánico. Si una simple nausea lo atormentaba, qué pasaría si le entraba a las drogas más fuertes. Quizá su organismo no lo resistiría. Por fin pudo encender su carrujo, amenazó para tal fin con una navaja al taquero de la esquina, el pobre señor asustado accedió a prestar un encendedor.

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