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Tuesday, January 25, 2005

Demonio mecánico

Eva Ma. Ponce T.
A nadie le sorprendía que apareciera. Ya sabíamos que cada semana haría una de las suyas. No. Lo que siempre estaba en duda era cuál iba a ser su nueva víctima.
El dueño de la casa atribuía sus problemas electrodomésticos a su “demonio mecánico” y aunque al principio la gente lo tachara de excéntrico, a la larga la realidad demostraba que alguna razón debía tener.
No había modo de justificar que cada ocho días se descompusiera algún aparato. La casa fue revisada y no tenía problemas eléctricos, pero nadie comprendía que la única forma en la que en ese hogar se pudiera ver la televisión era cuando se ponía en funcionamiento la secadora.
Nadie olvidaba aquella ocasión en la que, por falta de luz en la acera de enfrente, 20 vecinos se reunieron en la casa hechizada para ver el final de una telenovela. Las hijas del dueño estaban más atentas en secar ropa que en ver el programa, pues se corría el riesgo de que en el clímax, la televisión se apagara.
Y qué decir del complot de otro par de televisores que, el mismo día, a la misma hora decidieron dejar de sonar uno, y dejar de emitir imágenes, el otro. No hubo más remedio que ponerlas juntas y ver por una y escuchar por la otra.
Lavadoras, refrigeradores, modulares que prendían cuando querían, automóviles que no importaba si tuvieran 20 años o dos meses, había que darles una “ayudadita” para que encendieran.
Cada semana era un aparato diferente o dos, si el “demonio mecánico” estaba de buenas… ¿o de malas? Hasta que el dueño se mudó, Ahora se duda de si el diablillo habrá viajado en la mudanza o, peor aún, si lo habrá heredado a sus hijas. Espero no haber sido la elegida.

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