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Tuesday, January 25, 2005

Gorditas de a kilo

GILBERTO QUIROZ
Sonó el timbre tres veces seguidas y yo ya estaba en la puerta. La visita esperada, mis amigos. Uno de ellos llamado Daniel se había comunicado media hora antes para saber si pasaban por mí para platicar o hacer algo. Era sábado y ese día, al igual que mis cuates, no trabajaba ni iba a la escuela. Ese tipo de reuniones se llevaban a cabo con frecuencia pero esa ocasión fue especial, no por las guitarras, sino por la cena.
Todos querían ir a Tacuba a comer los clásicos taquitos de pollo rostizado. Más tarde recorrer Reforma en una hermosa camioneta era la opción. A todos les gustaba ver a la Diana, pero esa vez, el padre de Arturo no accedió a prestar el medio de transporte. La razón para ir ese lugar era conseguir enamorados que busquen serenata para su novia.
Todos los planes fracasaron así que no quedó más remedio que ir a la casa de una señora que vendía comida. Hagamos algo diferente, dijo Daniel. Pidamos algo especial, agregó. ¿Cómo?, contestamos en coro. Con tranquilidad preguntó a la señora. ¿Cual es la gorda de chicharrón más grande que pueda preparar? De un kilo para ustedes, le contestó. Nuestro compañero entonces buscó dinero en su bolsillo y después pidió una para cada uno de nosotros.
El grupo era de cinco personas por lo que la orden tardó como dos horas pues no éramos los únicos clientes. Mientras tanto, tomamos las guitarras para cantar nuestras canciones acompañados por el resto de la clientela. ¡Qué noche! Las gorditas de chicharrón eran tan grandes que no nos alcanzaban las dos manos para tomarlas. Nadie se acabó ni la mitad de su ración.
A otro día los alimentos hallaron dueño en nuestras casas. Los familiares sólo alcanzaron a decir ¡Qué muchachos tan ocurrentes! Gorditas de a kilo. Lo que hacen por estar juntos.

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