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Tuesday, January 25, 2005

Ensaladas de fruta

GILBERTO QUIROZ

Miceto, ese es el nombre que le había dado. La paleta de corazón que me dio en ese entonces se acabó en unos segundos, pero quedó en mi alma para siempre. No la puedo olvidar. La relación fue como cualquier otra cuando la tuve, pero una vez perdida, me di cuenta del tesoro que se había ido de mi vida. El amor, eso era, y no lo quise admitir por mucho tiempo. Ella fue mi Luna y yo su Sol.
Todas las noches pienso en ella e imaginó que habría sido si nuestra relación hubiera llegado al matrimonio con un hijo. Hubiera sido bello, pero mis ansias de conocer y comerme al mundo en el terreno sentimental me pusieron una venda sobre los ojos. Tronó o terminó, como decimos ahora que somos mayores. Pero siempre queda algo. La última vez que nos vimos me dijo: “es que no te quieres comprometer con nadie porque empezaste tarde”.
Al escuchar esa última frase me dio gustó por que por fin entendió lo que siento. Sí, inicie tarde. Mi primera novia formal fue ella y yo ya pasaba de los 23 años de edad. El lugar de la cita era avenida Revolución y los transeúntes pasaban indiferentes. No se daban cuenta de la felicidad que me embargaba por estar una vez más con ella y saber que todavía puede haber algo entre nosotros. Alguien se acercó para conseguir un boleto del Metro y se lo proporcioné. Por eso te quiero, dijo ella. Siempre tratas de ayudar a los demás.
Fue una noche preciosa llena de café y ensaladas de fruta. Pero como todo sueño se acabó. Confió en que algún día rompamos todas las barreras que frenaron ese amor. Que podamos ser uno mismo. Es una propuesta que está en el aire. Algo que nos demuestre, aunque sea por un momento, que dos almas se pueden complementar en todos los sentidos para terminar en una explosión romántica.

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