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Tuesday, January 25, 2005

Paleta de corazón

GILBERTO QUIROZ PAREDES

Salíamos de la escuela. Ella era mi novia y estaba muy orgulloso de ella. Miceto, le llamaba como recordando el “Idem” o “dido” que contestaba Sam Wheat a Molly Jensen para demostrarle su amor en la trama de la película Ghost. Ese era el acuerdo para demostrarle mi cariño en situaciones difíciles. Cuando escuchaba esa palabra se derretía en abrazos y caricias.
El tiempo de nuestro romance fue de estudiantes y el dinero casi siempre era insuficiente incluso para comer pizza, un helado o ir al cine. La declaración de amor fue sobre una banca de la escuela. Tres semanas sin sosiego en ningún lado. En lo negro de tus ojos me perdí. Esa era la canción que mi amigo el locutor y cantante Cruz Mejía me ayudó a componer para darle serenata.
Un amor desinteresado de su parte. Con decirles, una vez por no comer y estar juntos nos quedamos dormidos en las banquitas del pasaje Zócalo-Pino Suárez. Primero, ella se recargó sobre mi pecho y cerró sus ojitos. Después, el que despertó en sus brazos fui yo. Fue curioso, primero a ella la venció el sueño y después a mí. Cosas del destino, del amor o de la vida. A otro día amanecí con un intenso dolor de encías y mi médico me dijo que era por la malpasada.
Lo más bello fue nuestro primer 14 de febrero. Una paleta de corazón fue el regalo. Tan metidos contemplándonos uno al otro no nos percatamos de que un sordomudo había dejado un par de dulces sobre nuestras mochilas. ¿Cómo nos habría visto al pasar a recoger su mercancía o dinero que optó por no recoger sus paletas? Tiempo después vinieron problemas y nuestra relación se vio bruscamente interrumpida. Ahora tenemos caminos diferentes. La luna y el sol han podido vivir el uno sin el otro.

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