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Tuesday, January 25, 2005

¡Qué infamia!.

GILBERTO QUIROZ

Debo decir que suelo correr por las mañanas para no dejar de hacer ejercicio por completo. Uno de esos días, para ser franco ya no recuerdo la fecha, pasaba por un jardín mirando para todos lados a fin de evitar a los perros que desde pequeño me han infundido miedo. De pronto, apareció un señor con su mascota, era un animal enorme e imponente a primera vista. Resoplaba desesperado buscando algo entre los matorrales.
Por instinto o reflejo me escondí atrás de una banquita. Dicen que el pánico paraliza los reflejos y hace que uno haga muchas tonterías. El perro no me hubiera atacado pues iba custodiado por su amo. ¿Qué pasa Satanás?, ¿Qué has hallado?, preguntó impaciente el dueño de semejante "fiera". No le quedó más remedio a ese señor que seguir las pistas, así que se inclinó para observar hacia el punto que le indicaba el animal. Comenzó a temblar y se le quebraba la voz al tiempo que tomaba un bulto entre las manos. Pensé, ¿Será droga? El llanto de un niño interrumpió mis pensamientos.
"Un recién nacido tirado en un bote de basura, ¡Qué infamia! Pobre. Debes tener frío, te llevaré conmigo y avisaré inmediatamente a las autoridades". El miedo que sentí se evaporó y corrí hacia el bebé. El señor no se espantó a pesar de mi sorpresiva llegada. "Lo que son las cosas de la vida, mi perro entrenado para matar salva la vida de un pequeñito, esto lo tendrá que saber todo el mundo". Tenía tiempo, y como situaciones así no ocurren a diario, lo acompañé a levantar el acta. Posteriormente los medios de comunicación hicieron el resto.

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