No se puede vivir del amor”
Fernando Bravo
UNO
Llueve. Para guarecernos elegimos un árbol. El agua nos escurre del pelo, frente y nariz. La empiezo a besar. Ella abre la boca, yo también. Apenas toco su lengua, entre sus dientes, ella cierra los maxilares y me muerde con fuerza. Dos, tres veces hace lo mismo. Mi lengua me arde. Desisto.
Ahora dejo que ella intente un avance y la muerdo también con fuerza. -Ay -grita y me golpea el hombro con su mano cerrada. –No me muerdas –dice. –Está bien –respondo. Seguimos. La muerdo otra vez. –Ay –grita, recoge su bolso enojada y sin importarle que la lluvia no cesa se pierde entre el aguacero, dejándome la sensación de un 3-2 insatisfecho.
DOS
-¿Me odias? –dice ella por teléfono, después de cuatro citas plantado, decenas de llamadas infructuosas y más de dos meses sin verla.
-No, al contrario, te quiero mucho más –digo.
-No es cierto, me odias y estás esperando la oportunidad para vengarte.
-No pues.
-¿Nos vemos para ir al cine?
-Sí.
-Mañana en el café de chinos.
-Vale.
Cuelga. No sé a qué hora, ni en cuál café de chinos.
Le marco para saber más detalles y sólo oigo, como siempre, su voz grabada en la contestadora.
TRES
La invito a comer. Me mira con desconfianza.
–Me encantaría –dice-, pero unos familiares de Pachuca vendrán a visitarme y no puedo dejarlos solos.
-Qué lástima, quizá la próxima semana –digo.
-Quizás sí.
Una señal –pienso, por lo que le regalo cada tercer día un ramo de flores.
Pasada la semana lo mismo: tengo un sobrino enfermo que debo cuidar
Y lo mismo, y lo mismo: lavaré ropa... Iré al dentista... Tengo gripa...
A la quinta semana salgo a comer con la vendedora de flores.
Ella me deja de hablar.
UNO
Llueve. Para guarecernos elegimos un árbol. El agua nos escurre del pelo, frente y nariz. La empiezo a besar. Ella abre la boca, yo también. Apenas toco su lengua, entre sus dientes, ella cierra los maxilares y me muerde con fuerza. Dos, tres veces hace lo mismo. Mi lengua me arde. Desisto.
Ahora dejo que ella intente un avance y la muerdo también con fuerza. -Ay -grita y me golpea el hombro con su mano cerrada. –No me muerdas –dice. –Está bien –respondo. Seguimos. La muerdo otra vez. –Ay –grita, recoge su bolso enojada y sin importarle que la lluvia no cesa se pierde entre el aguacero, dejándome la sensación de un 3-2 insatisfecho.
DOS
-¿Me odias? –dice ella por teléfono, después de cuatro citas plantado, decenas de llamadas infructuosas y más de dos meses sin verla.
-No, al contrario, te quiero mucho más –digo.
-No es cierto, me odias y estás esperando la oportunidad para vengarte.
-No pues.
-¿Nos vemos para ir al cine?
-Sí.
-Mañana en el café de chinos.
-Vale.
Cuelga. No sé a qué hora, ni en cuál café de chinos.
Le marco para saber más detalles y sólo oigo, como siempre, su voz grabada en la contestadora.
TRES
La invito a comer. Me mira con desconfianza.
–Me encantaría –dice-, pero unos familiares de Pachuca vendrán a visitarme y no puedo dejarlos solos.
-Qué lástima, quizá la próxima semana –digo.
-Quizás sí.
Una señal –pienso, por lo que le regalo cada tercer día un ramo de flores.
Pasada la semana lo mismo: tengo un sobrino enfermo que debo cuidar
Y lo mismo, y lo mismo: lavaré ropa... Iré al dentista... Tengo gripa...
A la quinta semana salgo a comer con la vendedora de flores.
Ella me deja de hablar.
0 Comments:
Post a Comment
<< Home