Chiquita
Fernanado Bravo
Ella es capaz de romper los libros de mi cuarto, quemar uno a uno mis discos y reconstruir mis gustos al siguiente día, como los dibujos a crayola de flores y caballitos verdes en prados amarillos que me regala en días lluviosos cuando no queremos salir al cine o de paseo.
Hoy es uno de esos días.
-“Si me llevas contigo / prometo ser ligera como la brisa / y decirte al oído / secretos que harán brotar tu risa...” –canta para mí, mientras bailamos una melodía de Radio Futura, que la diva de Marlango transforma en una pieza tristísima de voz y tambor.
Tengo que flexionar un poco el cuerpo y poner mi oreja cerca de sus labios.
Ella en puntas, trata de seguir mis movimientos fuera de compás. Divertida, obligada por los pisotones, sube sus pies sobre los míos.
-“Yo tengo un pensamiento vagabundo / voy a seguir tus pasos por el mundo....” –canta.
Termina la música.
-¿Te gusta Radio Futura? –me pregunta.
-Sí, pero prefiero el original al homenaje.
-¿No te gustó entonces el disco que te regalé? –dice ella en un tono conocido de molestia.
-No. Sólo pasa que prefiero las versiones originales –digo tratando de apaciguarla.
-¿Luego entonces no te gustó mi regalo? –insiste.
-Son cosas distintas. Es como preferirte y buscar una versión en tu amiga Leticia que se compró un vestido parecido al tuyo el día de la fiesta –digo, enredándome en la explicación.
-¿Te gusta mi amiga? –dice, mientras me clava su mirada.
-Nooo. Es un ejemplo.
-Pues que malos ejemplos. ¿Sabes, ya tengo que irme?
-Espera. ¿Te enojaste?
No contesta y únicamente chasquea la boca, como cada vez que se enoja conmigo.
-Deja y te acompaño.
-Trec –dice.
-Ya ves que estás enojada.
-Trec.... Trec...
-Perdona, no era mi intención.
-Trec... Trec... Trec... –chasquea más fuerte, levantando la cara.
Llueve ligeramente. Rechaza el paraguas. La dejo en la puerta del camión.
-Te llamo mañana.
-Trec... –responde.
Durante el camino de regreso, no se por qué la imagino como a mi sobrina Valeria, con sus tres años de juegos, construyendo cazuelitas de lodo y estampando sus palmas en la pared. Yo reprendiéndola y ella defendiéndose como “Vale”: -No me regañes, ¿no ves que estoy chiquita? Y al final también tendré que tomarla de los brazos y darle vueltas y vueltas, riendo de mi limitada lógica y mi enorme cariño por ella, en un paisaje pintado a lodo y crayola.
Ella es capaz de romper los libros de mi cuarto, quemar uno a uno mis discos y reconstruir mis gustos al siguiente día, como los dibujos a crayola de flores y caballitos verdes en prados amarillos que me regala en días lluviosos cuando no queremos salir al cine o de paseo.
Hoy es uno de esos días.
-“Si me llevas contigo / prometo ser ligera como la brisa / y decirte al oído / secretos que harán brotar tu risa...” –canta para mí, mientras bailamos una melodía de Radio Futura, que la diva de Marlango transforma en una pieza tristísima de voz y tambor.
Tengo que flexionar un poco el cuerpo y poner mi oreja cerca de sus labios.
Ella en puntas, trata de seguir mis movimientos fuera de compás. Divertida, obligada por los pisotones, sube sus pies sobre los míos.
-“Yo tengo un pensamiento vagabundo / voy a seguir tus pasos por el mundo....” –canta.
Termina la música.
-¿Te gusta Radio Futura? –me pregunta.
-Sí, pero prefiero el original al homenaje.
-¿No te gustó entonces el disco que te regalé? –dice ella en un tono conocido de molestia.
-No. Sólo pasa que prefiero las versiones originales –digo tratando de apaciguarla.
-¿Luego entonces no te gustó mi regalo? –insiste.
-Son cosas distintas. Es como preferirte y buscar una versión en tu amiga Leticia que se compró un vestido parecido al tuyo el día de la fiesta –digo, enredándome en la explicación.
-¿Te gusta mi amiga? –dice, mientras me clava su mirada.
-Nooo. Es un ejemplo.
-Pues que malos ejemplos. ¿Sabes, ya tengo que irme?
-Espera. ¿Te enojaste?
No contesta y únicamente chasquea la boca, como cada vez que se enoja conmigo.
-Deja y te acompaño.
-Trec –dice.
-Ya ves que estás enojada.
-Trec.... Trec...
-Perdona, no era mi intención.
-Trec... Trec... Trec... –chasquea más fuerte, levantando la cara.
Llueve ligeramente. Rechaza el paraguas. La dejo en la puerta del camión.
-Te llamo mañana.
-Trec... –responde.
Durante el camino de regreso, no se por qué la imagino como a mi sobrina Valeria, con sus tres años de juegos, construyendo cazuelitas de lodo y estampando sus palmas en la pared. Yo reprendiéndola y ella defendiéndose como “Vale”: -No me regañes, ¿no ves que estoy chiquita? Y al final también tendré que tomarla de los brazos y darle vueltas y vueltas, riendo de mi limitada lógica y mi enorme cariño por ella, en un paisaje pintado a lodo y crayola.
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