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Monday, April 18, 2005

Yo no fui, fue el gato

Gilberto Quiroz

La pelotita era colorida y llamativa. Tenía cuatro horas sobre la mesa de la sala principal, seguramente porque nadie estaba en la casa de los señores Godínez. Todos, a excepción de “Tiger”, habían salido en tropel entre gritos de alegría, por lo que sólo imperaba el silencio.
Un estrepitoso ruido terminó con la calma. La puerta de la calle se abrió de golpe y unos diez segundos después el jarrón chino de la abuelita quedó hecho pedazos. Casi al mismo tiempo la pelotita desapareció de la escena y un montón de niños entró con varias bolsas de chicharrones y papas. De tras de ellos alguien cargaba un pastel.
¿Dónde está la pelotita?, gritaron los niños soltando las bolsas sobre la alfombra. La puerta del baño se abrió y apareció Pedro. Fuiste tú, le gritaron a coro. “¿Yo qué, muchachos? Más se tardó en decir la frase que en verse levantado por piernas y brazos, mientras que otro de sus compañeros se montó sobre su abdomen. Comenzaron a aventarlo hacia arriba. “No, esperen. Por lo menos explíquenme que pasa”. Tú agarraste la pelotita, le contestaron.
Pedro no tenía ni idea de lo que decían. Sólo atinó a decirles que le dolía el estómago. Todos se miraron unos a otros y tras breves instantes lo depositaron suavemente sobre la alfombra. La pelotita es tuya pero... ¿no podrías haber esperado un poco?, le dijeron en un tono tranquilo. Pero muchachos, les contestó, en realidad no se de qué me hablan.
Los chicos se sentaron en círculo con actitud seria a lo largo del sofá para explicarle. “Cuando salimos no estabas tú. Dejamos una pelotita de colores sobre la mesita de la sala y además.... ¡Qué barbaridad¡ ¡El jarrón de tu abuelita! Encima de eso lo rompiste.... Molesto, Pedro alzó la voz. “Un momento yo no rompí nada y no he visto la pelota. Yo solo llegué directamente al baño porqué tenía una urgencia que no van a querer ustedes averiguar”. Bueno, Pedro, cálmate, le respondieron, a fin de cuentas era tuya y esperamos que te guste.
El teléfono comenzó a sonar con insistencia y en medio de un tenso silencio nadie se atrevía a contestar. La fiesta era sorpresa y los señores Godínez no sabían nada. Además de ello, había malas noticias para abuelita. Pedro reunió todo su valor y levantó el auricular. Bueno, dijo con la voz quebrada. “Hola mi vida. ¿Cómo estás? Ya no tardó en llegar a la casa. Si revisas bien te encontrarás con el gatito que tanto me pedías”. Pedro sólo atinó a decir “Gracias... abuelita....yo...yo... te espero”.
Cuando Pedro les contó todo a sus amigos, buscaron hasta que encontraron a “Tiger”. El animalito se había quedado dormido con la pelotita muy cerca de su vientre. La ternura embargó a todos y Pedro dijo sereno y seguro: Yo no fui, fue el gato. Pero el jarrón era lo que más valoraba mi abuelita.

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